Cuando oímos hablar de contaminación, a todos nos vienen a la cabeza esas boinas que se instalan en el cielo de las ciudades y que impiden su vista desde la distancia. Debido a ello y cada vez más, la imagen de personas que caminan con mascarillas se está haciendo habitual y no llama tanto la atención.
La Comisión Lancet sobre Contaminación y Salud asegura que la contaminación es la principal causa ambiental de enfermedad y muerte en el mundo, provocando millones de muertes prematuras.
Todas estas imágenes que nos vienen a la mente pertenecen a la calle, al ambiente exterior y, mientras que la contaminación ambiental es visible, no ocurre lo mismo con los ambientes de interior, aparentemente limpios. Entonces, ¿qué pasa en los ambientes de interior? ¿cómo es el aire que respiramos en nuestra oficina o espacio de trabajo?
La agencia estadounidense de protección medioambiental (EPA) asegura que sus ciudadanos pasan el 90% de su tiempo en espacios de interior y que estos están entre dos y 5 veces más contaminados que el aire exterior. Este hecho es debido a que, en el interior de los edificios, se unen los contaminantes que entran del exterior a los generados por el propio edificio.
Estas cifras tan significativas no deben preocuparnos si conocemos de dónde pueden venir los principales peligros para que, una vez identificados, puedan resolverse. Tanto la EPA como la European Loung Foundation, tienen identificadas las fuentes más contaminantes que podemos encontrar en el aire de las oficinas.
Si hacemos referencia a los generados por el propio edificio, hemos de tener en cuenta los que provienen de las calefacciones, los vapores de los productos de limpieza y otros productos químicos, así como los que pueden desprenderse de los materiales de construcción, como la fibra de vidrio. En este grupo, no debemos olvidar los alérgenos procedentes de alfombras o moquetas y plantas, cuando falta ventilación o limpieza.
En cuanto a los exteriores, prestaremos especial atención a aquellos edificios construidos con materiales que puedan filtrar radón, como el granito, o localizados en terrenos proclives a ello. Por otra parte, contaminantes presentes en el aire exterior pueden filtrarse al interior del edificio por una ventilación y construcción deficiente.
Hoy en día, el diseño de edificios ecológicos que logran una eficiencia energética y mejoran la calidad del aire interior, es una realidad. Pese a que no hay una normativa concreta para establecer la cantidad de contaminantes permitidos en el interior de una oficina, siendo esto arbitrario según el diseño de cada edificio, sí se deberían establecer unos mínimos. En concreto, la instalación de filtros de aire que eliminen estas sustancias, así como la de monitores que midan la calidad para establecer los niveles de CO2, son medidas que se deberían tomar a la mayor brevedad posible.
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