Hoy rescatamos un artículo publicado en El País en agosto del año pasado que nos pareció muy interesante en su momento y que queríamos compartir en nuestro blog.

El artículo, titulado «La utopía del orden en la oficina» nos habla de la evolución de los puestos de trabajo en las oficinas a nivel mundial y de cómo la organización de los mismos por parte de los usuarios influye en gran manera en la productividad de estos últimos.

El texto hace un recorrido por las mesas de trabajo, comenzando por las utilizadas a mediados del siglo XIX, diseñadas para contener gran cantidad de documentos y utensilios y capaces de guardar celosamente la intimidad del trabajador. A principios del siglo XX se inició un cambio hacia los puestos más despejados basados en superficies planas únicas y que cada más se distribuían de manera uniforme por la superficie dando paso a un esquema más parecido al de la fábrica que al de la oficina.

Este tipo de entorno de trabajo abierto, más parecido a lo que es tendencia en la actualidad, se siguió desarrollando a lo largo de todo el siglo XX, siendo su máximo exponente el sistema Action Office, desarrollado por el diseñador Robert Propst en los años sesenta. A finales de siglo se estableció la creencia de que esta libertad de elección del espacio personal era negativa para la productividad y se pasó de entornos libres y amigables al cada vez más pequeño y agobiante cubículo, donde de nuevo se volvió al espacio personal definido y donde el usuario establecía tanto el orden de los elementos como la decoración interior de su pequeño espacio de trabajo.

En nuestros días, y después de tantos cambios en los entornos de oficina, nos encontramos con estas dos afirmaciones: la primera es que si se definen puestos de trabajo fijos, es muy difícil mantener un orden global o pretender que los puestos de trabajo estén limpios e inmaculados. Además, está demostrado que un usuario es más eficiente si su puesto está sumido en su propio caos en vez de obligarlo a mantener un orden definido a nivel global. En segundo lugar, queda demostrado también que el utilizar espacios abiertos con puestos de libre disposición, lo cual es de nuevo la tendencia actual, permite mantener esa imagen de limpieza y orden sin que suponga una reducción de la productividad de los usuarios.

A la hora de diseñar la oficina hemos de ser conscientes de que a día de hoy, donde el papel y los materiales de oficina son cada vez más escasos y los trabajadores disponen de equipos portátiles para trabajar en casi cualquier lugar, el establecer puestos fijos es innecesario y contribuye a una separación o categorización de los puestos, lo cual es contraproducente a la hora de crear un entorno distendido y cordial donde el trabajador se sienta parte de un equipo y sienta como suyos los valores y objetivos de la empresa, con el objetivo final de que la productividad personal y de conjunto se desarrolle al máximo.

Os dejamos el enlace del artículo: https://elpais.com/elpais/2017/08/11/ciencia/1502464832_895968.html