Tras la vuelta a la «normalidad» después de la pandemia, nos dimos cuenta de que los trabajadores echaban de menos el compartir espacio con sus colegas, las interacciones sociales y el trabajo en equipo, pero también se ha demostrado que en determinados momentos se sigue necesitando cierto aislamiento para llevar a cabo determinadas tareas o simplemente para desconectar del entorno.

Un estudio reciente del fabricante Steelcase afirmó que, del personal de una oficina, los empleados pasan aproximadamente un 57% de su tiempo trabajando en soledad, siendo este porcentaje de un 44% para los directivos o responsables.

Estas cifras demuestran que, si bien determinado trabajo se realiza de forma personal y no requiere de la colaboración de ningún compañero, en determinados momentos (ya sea por la necesidad de tratar temas delicados, por privacidad con el cliente o por pura necesidad de aislamiento personal), se necesitan espacios aislados para llevar a cabo nuestra labor.

Para ello, las propuestas en cuanto al diseño de los espacios son variadas. Un espacio aislado no tiene porque ser un despacho cerrado (aunque también es una buena opción), ya que puede ser simplemente un rincón con un mobiliario más desenfadado (p.e. Sopha o Sweetspot) o un espacio delimitado por biombos, estanterías e incluso tabiques móviles que puedan proporcionar privacidad en un momento determinado.

Otra opción cada vez más demandada son las cabinas de aislamiento, donde se pueden incluso mantener reuniones con la garantía de privacidad necesarias y sin tener que dedicar un espacio para acondicionar un despacho para tal fin.

Lo importante es proporcionar al trabajador las herramientas, en este caso los espacios, donde se sienta cómodo a la hora de realizar su trabajo, de tal forma que no eche de menos ese espacio personal que creó en su casa durante la pandemia, y que el trabajo presencial o híbrido sea atractivo y reconfortante.